El lino: devanando la madeja

El pasado 14 de diciembre salió a la luz el segundo libro de nuestro sello editorial, dentro de la colección «Conocer para conservar». Se trata del dedicado a la cultura del lino, bajo el título «El lino: devanando la madeja».

Es un viaje a través del tiempo, pero también a nuestras raíces. Es el resultado de 20 años de investigaciones, que comenzaron oficialmente en noviembre de 2005, con la entrevista a Pablo Egido, de Tenzuela. Aunque la curiosidad ya nos entró un año antes, mientras estábamos investigando para la beca de medio ambiente que recibimos un año antes para realizar nuestro primer trabajo sobre caceras: «Caceras de Segovia: un recorrido por la tradición». La portada es un homenaje a Pablo, pues los husos que la ilustran nos los mostró él durante la entrevista que le hicimos.

Durante este tiempo hemos entrevistado a personas de unos cuantos pueblos de nuestra provincia y del otro lado de la Sierra de Guadarrama, visitando sus casas y pajares llenos de utensilios y herramientas, hemos recorrido archivos digitalizando libros de concejo, catastros y protocolos notariales, transcribiendo y recolectando toda la información posible. A los textos, que hemos querido hacer lo más amenos y sencillos posibles con cientos de referencias, se le añaden las bellas ilustraciones de Mar y distintas fotografías realizadas en estas visitas.

Hemos dividido el libro en varios capítulos para ir explicando desde el origen y descripción de la planta, un poco de su historia y las distintas fases de su cultivo: la siembra, los riegos, la extracción de la fibra y el hilado. Posteriormente hablamos de otros usos de la planta, la toponimia, nuestros informantes, el vocabulario y la bibliografía.

Así, hablamos de la domesticación de la especie, los tipos de linos textiles que existen, cómo llegó hasta la Península Ibérica y a nuestra provincia para generalizarse en algunas zonas a lo largo de la historia y cómo fue desapareciendo poco a poco de nuestros campos. También cómo era el proceso de cultivo, su crecimiento y su cuidado. En el capítulo de los riegos hablamos de las distintas maneras que existían en los pueblos de organizarse para regar el lino y las distintas figuras existentes para regular los tiempos.

Cacera de Navafría

En el apartado de la extracción de la fibra hablamos de las pozas, la regulación del proceso de empozado mediante las ordenanzas concejiles y distintas costumbres, además de las distintas herramientas usadas en el proceso. De igual manera, en el capítulo dedicado al hilado, se explica el proceso que se realizaba para convertir la fibra en hilo para ser tejido. Contamos, además con un testimonio del hijo del último tejedor de El Guijar.

El lino, además de ser utilizado como planta textil, tuvo otros usos de los que damos cuenta en otro de los capítulos: producción de aceite, usos veterinarios, lúdicos, como moneda de pago…

Esta publicación está llena de datos inéditos, puesto que nunca se ha hecho una publicación sobre la cultura del lino en nuestra provincia: un cultivo que fue fundamental en los pueblos de la vera de la Sierra e incluso en lugares más alejados. El apartado de toponimia recoge más de 3000 nombres de parajes, la mayoría en pueblos de nuestra provincia, pero también en la vertiente sur de la Sierra de Guadarrama. Llamará la atención, sin duda alguna, la existencia de topónimos sobre el lino en lugares como Navalmanzano, Navas de Oro, Navares de Ayuso, Navares de Enmedio, Navares de las Cuevas, Madrona, Pedraza o El Guijar de Valdevacas. En definitiva, una tarea ingente de recolección de datos que , sin duda, dará mucho juego para futuros estudios.

No podíamos hacer este libro sin una referencia a nuestros informantes, los protagonistas de este viaje por nuestra cultura. Un buen porcentaje de ellos ha fallecido, por lo que sus testimonios cobran un valor muy especial. Algunos de ellos eran los últimos habitantes que habían vivido toda su vida en el pueblo de origen, con lo que pudimos recopilar algunos de los conocimientos atesorados a través de generaciones antes de su desaparición.

Por último, cerramos la publicación con un vocabulario que recoge muchos términos que aparecen en el libro y que hacen referencia al lino, a su modo de cultivo, labores y a los riegos. La extensa bibliografía que se presenta en el último apartado del libro, da muestra de la cantidad de documentación manejada.

El libro seguirá el formato de «Ecos del agua en la Sierra de Guadarrama», apaisado, con tapa dura y cosido a mano y combinará fotografías con ilustraciones originales a acuarela, tinta y lápiz elaboradas por Mar. La tirada, por razones presupuestarias, es de 500 ejemplares y cuenta con una aportación económica del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico a través de una subvención para la financiación de proyectos innovadores para la transformación territorial y la lucha contra la despoblación.

El libro no va a estar disponible en librerías, se vende directamente a través nuestro, bien por pedido a través de tienda on line, bien por solicitud a través de nuestro correo info@tenadadelmonte.es

Aquí os dejamos el enlace a nuestra tienda:

https://www.tenadadelmonte.es/tienda?store-page=Novedad-c175550225

Esperamos que este nuevo libro sea de vuestro interés y que, aquellos que decidáis adquirirlo, disfrutéis de él. Aquí tenéis el vídeo del libro, con la canción «Las hilanderas» de La Musgaña, de su disco «Temas Profanos»:

Apuntes de etnobotánica segoviana: la ajonjera (Chondrilla juncea)

Una de las plantas más comunes que nos podemos encontrar aún en flor en verano es la ajonjera (Chondrilla juncea). Crece en tierras de labor de secano, bordes de caminos, cunetas y barbechos. En la provincia, Emilio Blanco recogió los nombres de ajonjera, ajunjera, jonjera, aljunjera, aballaderas, baleo, balladeras, escoba, escobas de baleo, o lonjera. Nosotros hemos recogido el nombre de lechera, en pueblos como Trescasas o Val de San Pedro.

Planta de Chondrilla juncea

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es una planta bianual, que el primer año da una roseta de hojas que recuerda a la del diente de león. El segundo año, esta roseta desaparece y la planta entallece, formándose un tallo con hojas escasas, lineales y de bordes enteros o con algún dientecito espinoso en la base. El tallo muestra pelos blancos muy cortos. Las flores, de color amarillo, en número de 10 a 12 y con figura de lengüeta tienen 5 dientecitos en el ápice. Forman cabezuelas protegidas por un estrecho involucro.

Flores de Chondrilla juncea

El uso más común de esta planta ha sido la fabricación de escobas para barrer las casas y las eras. Se recogía la planta cuando todavía estaba algo verde y se dejaban secar a la sombra, antes de atar la escoba. Los brotes tiernos blanquecinos del principio de la primavera se comían.

Si cortamos la planta, segrega un látex blanquecino (de ahí el nombre de lechera). Este látex, según hemos recogido en Val de San Pedro o en Trescasas, se utilizaba para cauterizar los cortes que se producían en las manos con la hoz, cuando segaban.

látex segregado por Chondrilla juncea

Todavía hoy es posible ver en muchas casas de pueblo las escobas que se fabricaban con esta planta. Todavía se siguen recogiendo en algún pueblo, pues «como lo de antes no hay nada».

 

 

 

Apuntes de etnobotánica segoviana: el cardillo (Scolymus hispanicus)

Abundantísimo por todas partes, cunetas, caminos, baldíos y terrenos removidos, este cardo era un recurso alimenticio muy utilizado en primavera, cuando la hoja estaba tierna.

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Para identificarlo, cuando se corta la raíz o el tallo, rezuma un látex muy blanco. El tallo es vigoroso y ramificado en su parte superior y está dotado de alas espinosas que se pierden al taparse con la hoja que está debajo. Las hojas son alternas y alargadas, las de la base son pecioladas, blandas y no muy espinosas y las del tallo son decurrentes (como si estuvieran adheridas a él), más duras y más espinosas, con los bordes engrosados.
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Las flores son liguladas, amarillas y se agrupan en capítulos que surgen en la axila de las hojas superiores, acompañadas, una a cada lado, de otras dos hojas menores.

Para preparar esta planta para su consumo, se pelan las hojas tiernas (se quita la parte verde de la hoja, dejando sólo la penca) y luego se hierve. Una vez hervido se comía en tortilla, en revuelto, rehogado o en el cocido. Un dicho tradicional dice lo siguiente: «el de abril para mí, el de mayo para mi amo y el de junio para mi burro».

Emilio Blanco recoge otro uso, en este caso medicinal: la flor se utilizaba para la descomposición. «Había que hervirla y beber el agua»

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Apuntes de etnobotánica segoviana: El espino albar (Crataegus monogyna)

Empezamos aquí una serie de entradas sobre plantas útiles usadas en Segovia. La especie elegida para comenzar es el espino albar (Crataegus monogyna). Lo más normal es que no supere los 2 ó 3 metros de altura en estado silvestre, aunque si se le poda puede llegar hasta los 6 metros o incluso los 10, con un tronco y una copa bien diferenciados.

Es un arbusto de hoja caduca, bastante frondoso y con grandes espinas de unos 2 cm de longitud. Las hojas son muy características, con 3 -7 lóbulos más o menos profundos. Suele florecer entre abril y mayo y las flores, blancas y de 5 pétalos y olor agradable, salen en ramillete. El fruto es redondo, del tamaño de un guisante, de color rojo y con un solo hueso. Esta especie es muy común junto a arroyos, linderos, bosques mixtos…

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En Segovia, según Emilio Blanco en su interesante trabajo «Diccionario de etnobotánica segoviana», esta especie se denomina de varias maneras: espino, espino majuelo, majuelo, majoleto, manjoleto o zarza majueleta. Nosotros hemos recogido los nombres de espino mantequillero en Aldealengua de Pedraza y espino manjoletero en La Cuesta.

Los frutos se llaman majoletas, manjoletas, majuelas, majuetas o mochuetas y en algunos pueblos se comían y con la madera se fabricaban puntualmente cucharas de madera. Nos contaron en La Cuesta que los husos de hilar estaban hechos de madera de espino albar. También se usaba su madera para la lumbre para hacer pan.

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En cuanto a sus propiedades medicinales, se usan sus flores en infusión, como tónicas del corazón y del aparato circulatorio. Disminuyen la tensión arterial si se tiene alta y la sube si se tiene baja. Se recogen sus flores y se secan lo más rápidamente posible en lugar aireado y a la sombra y se guardan, preferentemente en botes de cristal herméticamente cerrados.

Como hemos comentado, se toman en infusión. Se calienta el agua hasta que hierva y se apaga el fuego. A continuación se echan las flores y al cabo de unos 5-10 minutos se retiran las flores (colando la infusión, por ejemplo) y se bebe.

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