Apuntes de etnobotánica segoviana: el cardillo (Scolymus hispanicus)

Abundantísimo por todas partes, cunetas, caminos, baldíos y terrenos removidos, este cardo era un recurso alimenticio muy utilizado en primavera, cuando la hoja estaba tierna.

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Para identificarlo, cuando se corta la raíz o el tallo, rezuma un látex muy blanco. El tallo es vigoroso y ramificado en su parte superior y está dotado de alas espinosas que se pierden al taparse con la hoja que está debajo. Las hojas son alternas y alargadas, las de la base son pecioladas, blandas y no muy espinosas y las del tallo son decurrentes (como si estuvieran adheridas a él), más duras y más espinosas, con los bordes engrosados.
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Las flores son liguladas, amarillas y se agrupan en capítulos que surgen en la axila de las hojas superiores, acompañadas, una a cada lado, de otras dos hojas menores.

Para preparar esta planta para su consumo, se pelan las hojas tiernas (se quita la parte verde de la hoja, dejando sólo la penca) y luego se hierve. Una vez hervido se comía en tortilla, en revuelto, rehogado o en el cocido. Un dicho tradicional dice lo siguiente: «el de abril para mí, el de mayo para mi amo y el de junio para mi burro».

Emilio Blanco recoge otro uso, en este caso medicinal: la flor se utilizaba para la descomposición. «Había que hervirla y beber el agua»

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Ruta por los barrancos del Duratón

El pasado sábado realizamos la ruta por los Barrancos del Duratón, una bonita ruta que nos llevó a visitar unos bellos parajes entre Castrojimeno y Carrascal del Río formados por varios arroyos estacionales que vierten al río que forma las Hoces.

La mañana amaneció fresca pero soleada, ideal para caminar. Sobre las 9:30, con el «aforo» completo, nos pusimos en marcha y una de las primeras cosas que llamaron la atención del grupo fue la presencia de fósiles en algunas de las rocas que forman parte de vallas o incluso adornos en el propio pueblo de Castrojimeno. No en vano este pueblo se sitúa en un antiguo arrecife marino de hace 87 a 67 millones de años.

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Unos torreones de material calcáreo de mayor dureza que resisten a la erosión nos despidieron del pueblo e iniciamos el ascenso por el antiguo camino de Carrascal del Río, mientras observábamos a los primeros buitres leonados que se encontraban en las laderas de enfrente esperando a que se calentara más el aire para comenzar a realizar sus vuelos. Ya en lo alto del barranco, lavandas, tomillos y salvias inundaban el aire con sus aromas, mientras algunos ejemplares añosos de almendros nos escoltaban por el camino.
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Las vistas y los buitres fueron algunas de las cosas que más interesaron a los participantes durante este primer tramo, hasta que comenzamos a bajar poco a poco, primero a media ladera y luego un poco más bruscamente atravesando un precioso sabinar (enebral para los segovianos).

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Viejos ejemplares de estos árboles, en los que nos encontramos restos de un «asesinato» por parte de una rapaz y flores como las Delphinium nos acompañaron hasta cerca de Carrascal del Río a cuya entrada pudimos degustar algunos unas sabrosas uvas de vides abandonadas.

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En Carrascal, tiempo para almorzar y descansar un poco mientras charlábamos de diversos temas. Uno de las cosas de las que más orgullosos estamos, es del buen ambiente y complicidad que hay en las rutas. Tras el tentempié, partimos para volver por el barranco del arroyo del Horcajo hacia Castrojimeno, en dirección al mirador de las Duernas. Atravesamos campos de cereales de secano y de girasoles durante un buen tramo, hasta que nos adentramos en otro sabinar, bastante más cerrado y con ejemplares de gran porte, donde se conservaban restos de antiguas tenadas o refugios de pastores y ganados.
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Poco a poco comenzamos a subir hasta llegar al precioso mirador de las Duernas, asomado al barranco, en el que bajo una solapa se levantaban dos tenadas. Enfrente, el desde aquí «misterioso» por su forma, cerro de Peñatravesa llamó mucho la atención, pues desde aquí parece una pirámide. Los imaginativos pensamos que podía ser un lugar de contacto con seres de otro planeta…

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Un pequeño ascenso más trabado, con piedras sueltas, nos llevó de nuevo a lo alto del barranco de la Hoz y en diez minutos, estábamos de vuelta en Castrojimeno. Las 14:30 h, hora de comer para después coger el coche y llegar a Sepúlveda, donde recorrimos sus calles y nuestra amiga María Ferrer Vidal nos deleitó con sus conocimientos sobre el románico de la iglesia del Salvador y el Santuario de la Virgen de la Peña que completó una ruta completa. Y tras el cultivo de nuestras mentes, llegó el momento de disfrutar en una terraza de unos buenos refrigerios y la charla distendida para luego despedirnos hasta la próxima ruta, el día 26 de octubre por los pueblos rojos y negros.

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Queremos agradecer a tod@s los participantes vuestra asistencia, la participación en muchos contenidos y el buen ambiente que reina siempre en las rutas.