Pasión por la tierra para ofertar un turismo responsable

Hace algunos meses, en una ruta por los cañones de los ríos Pirón y Viejo sucedió algo que es el germen de esta entrada en el blog. Estábamos los participantes en la ruta, un grupo de 12 personas, llegando a la zona de la Cueva Vaquera e íbamos a cruzar el río Pirón, cuando nos cruzamos con un tropel de gente, unas 50 personas, dirigidos por un guía con GPS que les iba abriendo camino. Les dejamos pasar y, cumpliendo con las buenas maneras de toda persona de campo, les saludamos a pesar de no recibir respuesta de la mayoría de los andariegos. Nosotros seguimos por el camino detrás de ellos, pero nos desviamos donde debíamos para llegar a la Cueva Vaquera y almorzar a la sombra del saúco de su entrada. Sacamos el almuerzo (además ese día celebrábamos la concesión del certificado de CERES-ECOTUR) y vimos lo que yo me imaginaba: que el grupo se había perdido con el GPS. El guía nos miraba “¿Cómo han llegado hasta allí?” y miraba el milagroso aparato que te lleva a todos lados. Total, que ni cortos ni perezosos, dando voces, decidieron que la mejor manera de llegar hasta la cueva era la línea recta. Lástima que no supieran que hay una zona encharcadiza y cenagosa (mi abuela me contaba que allí se hundió una burra). Por fin, llegaron hasta el lugar donde estábamos y, sin mediar palabra, pasaron por encima de nosotros entre la comida y se metieron en la cueva un momento. Salieron y acamparon junto a nosotros a tomar el tentempié. A los quince minutos, el guía mandó levantarse al grupo y continuaron marcha.

Al rato, salimos y nos los volvimos a encontrar en la zona de la Cueva de la Mora y la Torca, el grupo estaba deshecho en varios grupúsculos, subidos algunos por las laderas y pegando gritos, mientras otros les contestaban desde el fondo del valle. A todo esto, el guía observaba la escena y continuaba mirando el GPS para continuar hasta el Corral de Máximo. Justo a los pies de ese lugar decidimos parar para comer, mientras el numeroso grupo ascendía por la ladera hasta la cumbre. Al rato, volvieron a aparecer, bajando cada uno por su lado, por los bancales, parando a continuación para comer. Nosotros, una vez dado cuenta de los bocadillos, dimos media vuelta por donde vinimos y nos alejamos de la marabunta.

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Si yo fuera un observador externo, no vinculado al campo, diría que todas las personas que van al campo en grupo son unos irresponsables e irrespetuosos, pero al igual que en todas los ámbitos hay que separar el trigo de la paja, tal y como dice el dicho castellano.

Esta anécdota nos viene que ni pintada para hablar sobre lo que para nosotros es el turismo sostenible y nuestra filosofía.

En el último año hemos participado en ferias como Biocultura o en FIO (Feria Internacional de Ornitología) o como ponentes en foros como CONAMA (Congreso Nacional de Medio Ambiente) y ha habido algunas personas que nos han preguntado en qué nos diferenciamos de los demás.

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Como bien sabéis muchos, desde hace 8 años venimos trabajando desde nuestro pueblo, Cabanillas del Monte, en nuestra casa rural “El mirador de la cigüeña” y la empresa “Tenada del Monte” en educación ambiental, servicios ambientales, interpretación del patrimonio y ecoturismo. Nuestra filosofía de vida y laboral es la apuesta por el respeto al entorno en el que vivimos y desarrollamos nuestra actividad cotidiana y que las personas que o bien visitan nuestra casa o bien participan en las actividades que proponemos se empapen de la cultura local, sus paisajes, se pregunten el porqué de algunas cosas… en definitiva, que sea una experiencia provechosa a la vez que amena y, en la medida de lo posible, divertida. Para ello, combinamos el conocimiento ambiental – científico, con el cultural y patrimonial. Cada actividad es preparada concienzudamente, si es una ruta se realiza días antes para ver si existe alguna dificultad y preparar contenidos (nada de GPS, el mejor es conocerse y patearse la zona) y siempre con un grupo de personas limitado a unas 20-25 personas. Preferimos llenar de contenidos y experiencias que llenar autobuses. En el caso de los talleres, se preparan días antes para cerciorarse que todo salga bien. Nuestras actividades son “artesanales”, no son actividades en serie.

En la medida de lo posible, intentamos que estas actividades tengan un beneficio para la población local, por lo que algunas veces ofertamos actividades con comida incluida en un restaurante  de la zona o bien visitamos lugares de interés, alguna tienda de artesanía…

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En cuanto a nuestro alojamiento rural, muchos de vosotros sabréis de la crisis que está afectando a este sector, que ha triplicado el número de plazas y establecimientos en muy pocos años (no más de cuatro), al abrigo de subvenciones, en otros casos por el derrumbe del mercado inmobiliario que ha provocado que en muchas urbanizaciones nos encontremos con establecimientos de este tipo, o en casas de difícil encaje en “arquitectura tradicional” (con la complacencia de la Administración, que se vanagloria de la cantidad de oferta, en vez de apostar por la calidad). Pero sin duda alguna, hay que añadir la oferta de casas rurales no dadas de alta, con precios y servicios mucho menores y la poca profesionalización del sector. De hecho en un reportaje que nos pasaron desde ASETUR (Asociación Española de Turismo Rural) se decía que “hay mucho propietario, pero poco empresario”. Esto explica muy bien la situación actual del sector, que ni es sostenible económica ni socialmente.

¿Y qué hacemos nosotros? Desde el primer momento creímos en el turismo rural primigenio, aquel que buscaba un alojamiento que respetara la arquitectura tradicional de la zona, en una pequeña población o aldea que conservara su esencia rural intacta, donde pudieras conocer el modo de vida de sus gentes o de sus ancestros en pleno contacto con una naturaleza generosa y que con todo ello pudieras aprender más sobre la comarca donde te encontrabas. Nunca nos hemos fijado en lo que hacían el resto de alojamientos, hemos querido ser siempre originales y creemos que ahí está nuestro secreto. Nuestra filosofía a la hora de rehabilitar el antiguo pajar, siguiendo la arquitectura tradicional, ahorro de energía y recursos, accesibilidad, entre otras cualidades que hemos ido mejorando y adaptando durante estos años han sido fundamentales para certificarnos como casa rural ecológica y sostenible, según los criterios de la certificación europea ECEAT, a través de CERES ECOTUR y a los que estamos muy agradecidos por su acogida. A la calidad que creemos que ofrecemos en nuestra casa le sumamos el trato cordial y cercano, la oferta de las actividades que realizamos (talleres, rutas interpretativas, visitas al esquileo de Cabanillas…), además de otras que hemos incorporado recientemente, como la visita a nuestra explotación de ganado vacuno extensivo de la Sierra de Guadarrama.

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En definitiva, pensamos que la mejor manera de diferenciarnos es haciendo aquello en lo que creemos: sostenibilidad local, económica, social, ambiental y un poco de imaginación. Simplemente unos biólogos que viven su tierra y su entorno con pasión.